Full text: Dos heroinas (31)

oia 
LA MÁSCARA ROJA 21 
Reconocido por Martín y abservando éste que vivía, ordenó á sus 
AMigos que lo transportaran al primer cortijo que hallaran, pues si 
'enían la suerte de que volviera en sí y viviera aun algunas horas podrían 
Saber por ól los medios de defensa en que se hallaba la plaza en poder 
"l enemigo. 
A lo Jlejos divisaron una casita pintada de encarnado que era la más 
Próxima y que como hemos dicho pertenecía á Erminia. 
Allí se encaminaron los guerrilleros llevando en hombros al herido. 
Grande fué la alegría del viejo Malaquias al ver á los heroicos defen- 
SOres de la independencia y reconocer en el capitán á Herculano. 
—Es el asesino de mi amo, el comandante gobernador del castillo de 
6rida, —exclamaba lleno de júbilo el anciano.—¡Oh que suerte la vues- 
tra de haberlos vengado! 
Y abrazaba vivamente impresionado á los guerrilleros. 
—iAh el maldito! —decía Martín con ira. —Es preciso cuidarlo para 
We su agonía sea prolongada. 
Malaquias, que durante su larga campaña había tenido ocasión de 
' ' 
Practicarse algo en cirugía, descubrió la herida, aplicó en ella un bálsa- 
Mo, ] 
a a vendó hábilmente y colocando al capitán en el establo sobre un 
ont 
Ón de paja, aguardó el resultado. 
Martín y los guerrilleros, abandonaron el cortijo, prometiendo volver 
€s de la noche. 
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