LA MÁSCARA ROJA 25
Soy hija de unos colonos de Montijo, yo vivía feliz con mis padres y un
£Pmano, esta maldita invasión francesa ha sembrado de muerte y de
desolación mi casa, de luto mi corazón...
El joven tuvo un extremecimiento en sus fibras, por sus ojos cruzó
Un relámpago de ira.
—¿Y que os han hecho los franceses, hermosa niña?—interrumpió
Mético el guerrillero.
Al oirse tratar con aquella dulzura, la desgraciada joven se sintió
desfallecer.
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—Yo Os lo diré todo, bendito protector que el cielo me ha enviado, —
Posiguió con voz ahogada por el llanto.—Hace dos noches que varios
Soldados franceses penetraron en casa de mis padres, saqueándolo todo
Y No contentos con esto, maltrataron á mis padres y tengo el presenti-
Miénto de que los mataron. ..
La joven se interrumpió para cubrirse con sus manos el rostro y
“Mzar un grito desgarrador.
Mo Dios mío, sí que los mataron sil... ¡Ab los infames; ah los
SOguir se ¿Por qué no me matarían á mi también?... ¡Yo hubiera querido
2 14 misma suerte! ¿Para qué quiero ya la vida?
Ricardo profundamente conmovido, no quiso interrumpir aquel des-
980 de un corazón filial cruelmente herido.
La niña dió rienda suelta á su llanto y entre desgarradores gemidos,
Ñ Maba délirante á sus padres y maldecía con toda su alma á los traido-
%8 invasores.
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Or fin nuestro joven Navarro pudo conseguir calmar un poco aque-
USta exasperación y le rogó que continuara su doloroso relato.
exti lla le miró agradecida y con voz muy débil, como si la vida se fuera
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Siendo en su garganta, fué diciendo.