32 LA MÁSCARA ROJA
Lo levantó en el aira y lo dejó caer con toda su fuerza sobre la
cabeza del guerrillero, yendo'á chocar contra la campana de su trabucó,
que tenía en la mano desde el momento que la luz le apercibió del
peligro.
La detonación fué espantosa, recibiendo el sargento en todo SU
cuerpo aquella terrible carga de metralla.
La luz se había apagado, la vieja yacía también en el suelo con el
cráneo atravesado.
Ricardo ganó de un salto la puerta, soltando una irónica carcajada,
cuyo eco repitió aquella covacha, que llamaban figón.
Y al desaparecer por el bosque, elevó sus ojos al cielo y murmuró
—;¡Julia, ya estás vengada!
En el próximo cuaderno:
UNA HOGUERA POR TUMBA
Administración:
Cortes, 695. Barcelona. - Apartado, 88.
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Imp. «La Ibérica», Oorté%: