TERRIBLE LUCHA
Las baterias francesas continuaban incendiando el monte, la infan-
teria atronaba el espacio con sus vítores de triunfo.
El comandante Mercié, se frotaba las manos de contento y su mirada
se fijaba anhelante y llena de esperanza en el castillo de Trujillo.
Para celebrar su triunfo, los soldados encendieron una hoguera Y
gritaban á su alrededor al unisono del estampido de sus cañones.
De pronto, algunas balas dieron én mitad de la hoguera, haciendo
saltar á gran altura uua lluvia de chispas :
Las demás hicieron blanco y los heridos se desplomaron brusca-
mente al suelo sin exhalar un ay, ó pasaron sin transición de los brazo$
de la vida a los de la muerte.
A esta sorpresa siguió un tumulto indescriptible, que no hizo más
¿ue aumentar cuando vieron que de los matorrales, saltaban al camino
confusas sombras amenazadoras.
Eran Ricardo Navarro y sus guerrilleros, que cual fatídica aparición,
surgían de súbito en el terreno iluminado por la hoguera.
Nuestro héroe enarbolaba el hacha de combate y acometía como uN
tigre á los franceses.
Presos éstos de invencible pánico, se dispersaban á los cuatro vien”
tos, perseguidos por los guerrilleros.
Empero uno de los fugitivos, se puso al abrigo de la oscuridad, dejó
pasar la avalancha de los de Navarro y luego de un salto, se puso frenté
á este último.
Levantó el cuchillo que brillaba en su diestra y lo dejó caer como el
rayo sobre el guerrillero y seguramente que se hubiera hundido el ho-