10 LA MÁSCARA ROJA
: —¡Juzga tú mismo, hasta me he equivocado en las huellas de tus
pisadas en la arena!
—No os habeis engañado mi q uerido Ricardo, antes que yo ha pasado
un capitán francés y seguramente que habrán sido sus huellas las qU$
habreis visto,
—¿Qué decis?
—(Que no muy lejos de este valle está el enemigo.
—¡Cuerpo de Dios! ¿Es posible?
—Lo que oís, venid, sentaos á mi lado y sabreis lo que ha sido de mi
durante tanto tiempo, y como he podido llegar hasta esta región donde
estaba seguro de hallaros.
Ricardo recogió su trabuco y su manta, y sentándose junto
compañero, escuchó de éste la siguiente interesante aventura.
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