qe LA MÁSCARA ROJA
ya musculatura, Y
Ya hemos dicho que el joven español era de herc úl
az0$
pudiéndolo haber matado de un hachazo, lo extranguló entre sus br
de hierro, lanzando su cadaver lejos de sí.
El pueblo daba desaforados gritos de ¡Vivan los guerrilleros de
varro, mueran los franceses]!
Y la aurora que aparecía risueña por el horizonte, extendió sus PUE
desperezando 4 le
los heroicos hijoS
los guerrilleros a
purinos rayos por los montes y valles de la Jara,
grandiosa Naturaleza, que contemplaba enternecida á
de Belbis y á sus valientes y abnegados defensores,
Navarro.
El campesino y Ricardo permanecieron largo rato
los cadáveres de los seis inocentes fusilados, maldiciendo u
á las huestes de Napoleón, por tan barbara eje: ución
Luego se reunió con ellos la Máscara Roja.
En la expresiva mirada que le dirigió el jefe de los guerrillero%
había tudo un poema de amor y de admiración por aquella v
heroina de la independencia española.
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En el próximo cuaderno:
,
EL CORAZON DE UNA
A¿4ministración:
Cortes, 695. Barcclona. - Apartado, 88.
3ort08
Imp. «La Ibérica», Qorte”
aleros?
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abrazados jun 22
na vez más y