LA MASCARA ROJA
—Mejor que mejor, —dijeron á una los dos guerrilleros.
Recordando su deber y su afecto, continuaron los tres silenciosa-
Ménte su tarea, que interrumpieron plañideros gruñidos.
Lorenzo levantó la vista.
Ante ellos había un enorme jabalí, fijos sus pequeños ojos en aquel
Supo, "amenazándoles con sus agudos y fuertes colmillos.
—He aquí un pobre diablo que reclama su parte en nuestro deseado
festin...
Una fuerte detonación que repitieron su eco los precipicios, ahogó
voz de Lorenzo.
El jabalí lanzó un terrible gruñido y cayó al suelo como una pelota.
TAsi tendremos variación de carne en nuestra comida, —dijo Ricar-
y reflejando en su rostro la satisfacción.
T¿Le habíais visto ya? —preguntó Esteban.
TApenas ha avisado con su berraqueamiento y no he querido espe-
Má usar de nuestros cuchillos, como hemos hecho con este ciervo,
Porque el jabalí tiene peores bromas.
inten eogieron al cuadrúpedo y en aquel momento la lluvia se bizo más
Sa, dificultando la marcha de los tres guerrilleros hacia la choza,
de Aguardaban sus compañeros.
Verlos éstos cargados con tan espléndido botín, un grito de júbilo
S todos los labios y á pesar de la humedad de la leña, bien pronto
; ' cendieron dos hogueras destinadas á cocer sus alimentos.
go puñado de heroicos defensores de la patria, recreaban poco
De su olfato, con el _hnmillo delicioso que exhalaba la carne del
Y mucho más la del jabalí.
Más de una vez tuvo que usar Ricardo de su autoridad, para impedir
* Sus compañeros se arrojaran sobre la carne á medio cocer, pero
Salió ¿
le
pen POr fin el momento, y entre ellos se celebró un verdadero banquete,
v ; R >
Ando la Mejor parte los convalescientes heridos.
DAS
“linaba la tardo.
Mbs, luvia había cesado, pero el frío era'intenso, cubriendo espesa
Ma los elevados montes. '