LA MASCARA ROJA
—Dime, ¿Wellington ha entrado en Madrid?
—Como por su casa.
—¡Como! ¿no ha tenido resistencia?
—El pueblo solo los ha hecho escapar.
TY el anuncio de su proximidad... ¡en fin, vamos nosotros á cumplir
Mestro deber!
Apenas habia acabado de pronunciar estas palabras el jefe de los
Serrilleros, cuando se abrió un matorral y apareció un soldado francés.
Lorenzo, armó su trabuco para recibir al recien llegado; este no lle
Vaba fusil y al ver el movimiento de Martín levantó los brazos, dando á
Mtender que no oponía resistencia alguna. Avanzó algunos pasos, al
Mismo tiempo que se acercaban hacia él los guerrilleros; ya junto á
ellos introdujo su mano en una de sus polainas y sacó una carta que
Mtregó á Navarro.
Ricardo y su compañero tenían una viva ansiedad para saber lo que
“quello significaba.
Navarro rasgó el sobre con precipitación y leyó lo que sigue:
“Ricardo: Los franceses están acampados hacia la mitad del monte,
y A NEXOS
Mizad con cautela y vuestra será la jornada.
El que te entregará esta carta es hombre de toda confianza. En las
Mi , ] ]
ptas filas de nuestros enemigos continuamente¿con gran riesgo de su
da,
Me da cuenta de todos sus movimientos.
La Máscara Roja.»
Ricardo dió á leer la carta á su compañero mientras dscía al porta-
9” de la grata misiva.
TEstá bien, hasta muy pronto.
. ¡Hasta la victoria! —contestó e" fingido soldado y desapareció con el
'Smo Sigilo que había venido.
TiCuánto debemos á esa mujer! —dijo Lorenzo.
Verdaderamente es nuestro ángel tutelar, —contestó Ricardo,
aras guardaba la carta en el cinto, con una emoción de la que no se
“lenta Lorenzo.
. “era la Máscara Roja algo más que una heroína para él, era la
JOY Soñíada, la realización del sueño más grato de su vida.
¡cardo quedó sumido por unos instantes en delicioso éxtasis.
rd de Lorenzo Martín le sacó de él y le hizo volverá la rea-
BS
¡Amos Navarro.
Jefe de los guerrilleros le miró un momento, como si no campren -