LA MASCARA ROJA
El joven obedeció.
Era indudable que suponía donde se hallaba, puesto que murmuró:
—¿No reside aquí el abate R uipérez?
—¿Como habéis podido penetrar hasta aqui?—contesté la vieja sin
hacer caso de lo que le preguntaba.
—He hallado la puerta abierta y aguardaba que se hiciera de día.
—¿Por qué?
—Porque espero á primera hora al abate Ruipérez.
—¡Ah, ah, venid! j
Y la vieja introdujo al guerrillero en una magnífica habitación,
donde seguramente que nunca los pasos de un hombre habían pene-
trado.
Asi lo creyó Ricardo Navarro.
Sentada sobre un diván con un abandono adorable, había una her-
Mosa joven cubierta con una lujosa bata blanca y anudado á su cuello
"” pañuelo de rico crespón.
Apenas si contaría veinte años, de rostro angelical, cabellos como el
Sbano que formuban bucles, recogidos en confusión hacia atrás, por
Mudos de crepé y de cintas, dejando al descubierto la tersa y despejada
frente.
Una ancha y viva llama, erizada como un bucle de cabellera de oro
Sobre la arandola de un candelabro, iluminaba el centro de la sala y
6jaba en una sombra dulce y misteriosa, las cortinas, los muebles y
98 adornos.
No se distinguían más que dos cuadros de color brillante y pajizo,
Odados más bien que pintados.
Uno de ellos era la imágen de la joven que estaba sentada.
El otro, representaba el Sol y su conductor Arouna, dirigiendo el ca-
Pro luminoso, que arrastraba un caballo de siete cabezas.
Un perfume suave parecía exhalarse de aquella joven, que embal
Samaba el ambiente de la sala.
Ricardo se quedó estupefacto, sus labios no acertaron á pronunciar
Ma palabra.
La vieja había desaparecido discretamente, cerrando la puerta.
TMe haréis el favor de explicar vuestra presencia en esta casa á
tales horas y de manera tan atrevida, —oyó que le decía una voz que
Parecía un armonioso murmullo.
—¡Señorita! —pudo articular el joven.—Acabo de llegar á Tordesillas
Procedente de Madrid, soy el jefe de la guerrilla que forma la vanguar-
la de las tropas aliadas que manda el duque de Wellington, al llegar á
¿Va del Rey recibí la visita de un religioso de la casa noviciado que en