LA MÁSCARA ROJA 21
—Si una bala de vuestro amante ó de los suyos no corta mi existen
cia, os juro que me vereis en vuestra cabaña de Lerma.
La aldeana inclinó su hermosa cabeza y apoyándose en el brazo del
guerrillero, salieron del aposento sin pronunciar una palabra más.
Ricardo se puso sobre el muro y lanzó un silbido.
De entre el espeso ramaje salió un hombre, llevando de la brida á
dos caballos.
Era su compañero Lorenzo Martín, el cual arrimó uno de los: nobles
Cuadrúpedos á la tapia.
Ricardo ayudó á Pacífica á descender y una vez ésta en su montura,
Salvó él la altura de un salto.
—¡Ea, amigo mío,—dijo á Martín, —á Lerma con esta señora y te
PSpero mañana en Arcos!
El segundo de Navarro nada contestó.
Montó sobre su caballo y seguido de la aldeana desaparecieron por
Un sendero qua conducía á Covarrubias.