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LA MÁSCARA ROJA 31
¿Qué pasaba por su mente?... ¡Todo lo comprendía!
El amor de Pacifica, había sido una falsedad, estaba de acuerdo con
el maldito y audaz guerrillero, he aquí por que lo tenía á sus órdenes en
Calidad de criado; para eso mismo, para tenderle un lazo y este había
Sido infame como decía el coronel.
¡Ah su venganza tenia que ser tetrible!
. —Acabad, mi querido Maceau, pronunció con voz sorda.—¿Y esa
Mujer, dónde está, cómo se llama?
El moribundo hizo un supremo esfuerzo:
—Cerca de aquí... se llama Pacífica...
No pudo decir más, su voz se ahogó en su garganta y sus párpados
Se cerraron para siempre.
A semejanza del león herido, salió el gobernador, gritando con voz
de trueno á sus soldados.
—¡Prended al guía!
Pero Ricardo había desaparecido.
En el paroxismo del furor y no dudando de la traición de la bella
tldeana, montó á caballo y se dirigió á galope hacia la casa de lo pobre
Viuda.
Como un monstruo salido del averno, penetró en ella en el momento
Ve Pacífica daba ó7denes á sus criados para que prepararan el viaje,
Pues quería trasladarse á su cabaña en cumplimiento de lo prometido á
SU amante ya que no lo había podido realizar aquella noche de horror.
Dubreton, desnuda la espada que empuñaba su convulsiva diestra,
Mzando sus ojos relámpagos de odio, y descompuestas por completo
Sus facciones, penetró en la habitación donde ella se hallaba y gritó de
modo imposible de traducir:
—¡Infame traidora, quiero vengar por mí mismo tu villania!...
Y sin dejar tiempo á la aterrada mujer ni siquiera para levantarse,
Wavesó con su espada el corazón de aquella infeliz que había cometido
el delito de amarle.
Un cuarto de hora después la casa de campo, era pasto de las lla-
o patoloo volvia á Burgos con sus soldados llevando consigo el
. “ver del coronel Maceau, y creyéndose vengado de lo que solo había
“do para Pacifica, una noche de horror por complacerle.