LA MÁSCARA ROJA 7
“én los amores de D. Gonzalo, el hijo menor de íos siete infantes de Lara,
Ué á enamorarse perdidamente de una rica campesina de las cercanías
de Arcos, hermosa jamona de unos treinta y ocho años, viuda de un
Portugués.
'Pacífica, que así se llamaba la bella viuda, había dado oídos al arro-
Sante francés; sin duda por la brillante posición que éste ocupaba en las
Wéstes de Napoleón; por lo menos así lo creía él.
Vivía sola con algunos criados en una casa de campo de las afueras
“8 Arcos, entre este pueblo y Pampliega y aquella noche había invitado
y Cenar á su pretendiente Dubreton.
Ala hora fijada acudió el distinguido francés á la cita de su amada,
teniendo sin embargo la precaución de disfrazarse como hemos visto,
Para no excitar la curiosidad de nadie y no admitiendo como era natural
“oMpañía ni escolta.
La hermosa aldeana, lo recibió con encantadora cortesía y mientras
Ve uno de sus criados, mozo de aspacto distinguido y de complexión
'Obusta y el cual había entrado á su servicio aquella misma mañana,
“OBía al caballo de Dabreton y lo conducía por la brida á la cuadra, ella
O decía:
—Mi querido Dubreton ¡cuántas incomodidades os hago sufrir!...
El cogió una de sus manos entre las suyas y la interrumpió con vive-
“. apasionado:
h TAÁunque hubiera sido preciso recorrer cien leguas, lo hubiera
*cho con gusto para tener el placer de veros. ul
Pacífica, miraba al enamorado francés, con esa sonrisa provocadora
We anuncia en una mujer alguna intención de amañar una intriga por
Mor co
T¿Tanto me amais?—preguntó.
—¿Eso quiere decir, señora, que no me creeis enamorado?... :
e ps Pur experiencia que el amor en la generalidad de los hombres,
5 diversión que se halla, —interrumpió la aldeana riendo.—¡venid,
9S al comedor!
Dubreton estaba confuso, no se atrevía á contestar y maquinalmente
"dejó llevar.
Se sentaron á la mesa y dos criados sirvieron una espléndida cena.
S'a se componía totalmente de platos franceses y el gobernador se
“hacía on elogios por el interés que Pacífica había demostrado por él.
Mpero al ver que ella nada comía, dijo:
os be con sentimiento que habeis hecho un sacrificio, señora, nada
La burgalesa hizo un movimiento de cabeza y de hombros: