LA MÁSCARA ROJA 19
E Vastillo y apoyando el pie en un hueco que había dejado un ladrillo que
'/ 8l tiempo desmoronó, se asió con ambas manos á un barrote de hierro
Que había formado algun día la reja de un calabozo y montó sobre el
Muro,
La bajada le era más fácil; dió un salto y sus pies tocaron el suelo.
Ciertamente que Ricardo conocia bien aquel recinto, puesto que se
Mcaminó sigilosamente hacia un pequeño torreón que estaba completa-
Mente aislado, guiado por el reflejo de una luz que salía de una ventana.
Esta estaba abierta.
El joven se arrimó al torreón y aguardó un momento.
Ya hemos sabido por el moribundo anciano de la cabaña, que el
Mando de la derruida fortaleza, lo tenia el comandante Landais.
Era este un hombre de carácter brutal y déspota y que merecía toda
% confianza del general Clausel, de cuyo Estado Mayor formaba parte.
Ocupaba Landais aquella parte del castillo por estar aislada del resto
del edificio y la que menos peligro de ser asaltada inspiraba.
En aquel momento, se hallaba el comandante cenando con uno de
SUS espías de más confianza, joven vizcaíno de un valor probado y de
| Ma inteligencia nada común.
Recomendado por Clausel, había sabido en pocos dias granjearse toda
A voluntad del comandante.
Vuese por prudencia ó por interés de este último, se habian retirado
% una pieza interior y ningún soldado les servia ni guardaba la entrada
Al torreón.
Landais tenia apoyados los codos sobre la mesa, el joven vizcaíno
“nsultaba unos apuntes de una cartera que tenía en la mano.
Hablaban tan bajo, que á no ser por el movimiento de los labios, se
Wbiera dicho que no hablaban.
NY ¿Y á dónde dices que se ha dirigido nuestro general?-—preguntaba
3 el frances.
; —A Vitoria, en auxilio del rey José, cuya derrota ha sido completa.