Full text: El suplicio de un niño (41)

LA MÁSCARA ROJA PRO 
Eran franceses, claramente se lo había confirmado el acento que la 
brisa hizo llegar á su oido. Mt 
Rápidamente preparó su trabuco y se ocultó tras unos espesos ar- 
bustos. 
Dos hombres aparecieron ante su vista. 
, Vestían el uniforme de la infantería de línea francesa. 
Uno de ellos era oficial, el otro un sargento. 
Ricardo Navarro había hecho un ligero ruido al apuntar con su tra- 
buco á través de las ramas. 
Los franceses lo apercibieron. 
—¿Habeis oido? —preguntó el oficial. : 
—Sí, me ha parecido que alguien andaba por aquí) —repuso pl sar- 
gento mirando á su alrededor. 
—Verdaderamente estos españoles se han Y ropUBSIE cazarnos como 
á las fieras; en cada peña, en cada mata se oculta un cazador. 
_—Por eso yo siempre voy prevenido y ni siquiera doy la voz de inti- 
mación, sino que disparo mi fusil al menor ruido. harias 
Y uniendo la acción á la palabra, el sargento eds un tiro contra 
las matas que él había creído que se movían. 
Instantáneamente, otros soldados aparecieron en medio de la oscuri- 
dad, surcándola con los relucientes cañones de sus daa á la débil luz 
de ls estrellas. 
El guerrillero no titubeó. 
Se trataba de una pequeña ronda del enemigo que exploraba el monte, 
Iba á ser descubierto é irremisiblemente estaba perdido. 
Pagaría pues de audacia como en otras muchas ocasiones. 
Las voces formidables de aquellos hombres, se asemejaban á los 
Aullidos de los salvajes, y era que llenos de espanto, se creían ya envuel- 
los en una emboscada. 
Momento fué aquel e Navarro, en que solo la Anóngica explosión
	        
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