«LA MÁSCARA ROJA
ganar el edificio de Alvaro, pero los españoles escalaron aquellas breñas
con tanto ardos que arrebataron á aquellos parte de su artillería.
El conde de la Bisbal, ordenó entonces una retirada con el fin de
obligar á Clausel que tomara la ofensiva y bajara á la llanura, como asi
sucedió á pesar del desaliento 2ue se había apoderado de sus soldados.
Fueron adelantando terreno, dispuestos á recuperar sus cañones.
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De improviso y mientras la caballería in'entaba una carga sufriendo
grandes pérdidas, el centro mandado por el mismo mariscal Clausel, era
arrollado á la orilla del río, perdiendo dos mil hombres, viéndose obli-
gado á refugiarse precipitadamente en Falcés, hasta donde fue perse-
guido. : mE
Su ala derecha obligada OO á meterse en un barranco, fué
desagradablemente Sor atón dida, :
A pesar de la oscuridad de la noche, divisaron la enorme torre de
aquel gigante de piedra, morada del marino Alvaro, y el brigadier Thien
que od la fuerza, ordenó. subir el barranco y Le ade de la
fortaleza. nde de
Pero ¡ok terrible consecuencia! . a
De cada mata, de entre las encinas entrelazadas, de la espesura eN
fin que cubria la colina, surgió un mortífero fuego.
Filas enteras caían rodando por la vertiente.
La voz del brigadier era obedecida po” los clarines, á cuyo eco Sé
lanzaban los franceses á la bayoneta ee entre los matorrales, ero
una muerte segura. an
En la llanura había cesado el A diaRaió $ el conde de la Bisbal, NO
podía comprender que columna sostenia. el fuego en la colina.
- De pronto un resplandor. siniestro alumbró fantásticamente el espacio:
Un ruido espantoso de vidrios y maderas que caían con estrépito,
“hizo lanzar un estentóreo grito á los franceses:
¿ —¡Victoria, victoria!... ¡Fuego en la fortaleza!
En efecto, y suntuoso edificio, estaba ardiendo, las llamas brotabaM
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