Full text: El suplicio de un niño (41)

LA MÁSCARA ROJA 
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Mientras tanto Thien, animaba á sus soldados que eon un arrojo 
verdaderamente temerario, se lanzaban á la muerte, llegando bien 
pronto hasta aquella inmensa hoguera. | 
Lo que alli ocurrió fué verdaderamente horrible. 
El brigadier francés levantando su espada gritó con toda la fuerza de 
sus pulmones: : á : 
—¡Viva la Francia!.... 
-—¡Viva Españal—atronó el espacio como un solo eco, centenares de 
“voces, seguido de un estruendo infernal. 
Thien soltó su espada, abrió los brazos y fué á caer muerto en medio 
de las destructoras llamas, ] 
Espantosa confusión se originó entre los soldados de Napoleón, que 
huían dando salvajes aullidos. 
Para ellos no había salvación. : : 
A cada paso que daban, un hombre se levantaba de entre la espesu- 
ra, para hendir en su pecho un cuchillo. 
Media hora duró aquella carnicería. de 
El conde de la Bisbal se hallaba ya junto al incendiado edificio, ha- 
biéndose apoderado de la artilleria de Clausel y dispersado al regimiento 
de dragones que pretendió cortarle el paso. 
A su alrededor solo se oía el grito de ¡Viva España! y de entre los 
matorrales, salían multitud de hombres, que se abrazaban fraternal- 
mente con los soldados del conde. y Ñ 
—¡ Vuestro jefe! —exclamaba este frenético. 
Dos brazos de hierro lo estrecharon. O 
—¡Aquí estoy, mi general! —dijo una voz ahogada por la emoción. 
Era Ricardo, Navarro. es E 
La aurora apareció en el horizonte. 
En la llanura y en la colina, reinaba un silencio de muerte.
	        
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