LA MÁSCARA ¡ROJA z 31
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¡Ah, es que realmente esta había extendido sus negras alas por.
aquellos lugares. ] ;
Montones de cadáveres yacian en todas direcciones, y del suntuoso
edificio solo quedaba en pie como gigante pidiendo al cielo venganza, la
elevada torre, pues el resto lo había convertido en un montón de es-
combros, el fuego de la artillería francesa. ; E
Y el pueblo de Tafalla, recibía lleno de júbilo á las tropas españolas
y á los guerrilleros, aclamando delirante á los dos heróicos caudillos, el
conde de la Bisbal y Ricardo Navarro. 0
Este último pasaba de los brazos de Alvaro el marino, a los de Su-
sana, la inocente niña martirizada, que gracias al intrépido guerrillero,
habían podido escapar de una muerte segura.