Full text: El ermitaño de San Zoilo (42)

LA MÁSCARA ROJA 17 
el guerrillero, demostró bien claramente que aquel hombre no 2caDe 
dispuesto á contestar lo que se le preguntaba. 
— ¡Francés! —exclamó en tono de soberbio desdén 
—¿Acaso podeis negarlo? —rugió Ricardo con impaciencia, — ada 
Dios, que no ha de valeros ni vuestro'fingimieñto, ni vuestro disfraz!.. 
¡Pronto, ó sois hombre muerto!.. 
El extranjero hizo un brusco movimiento y se arrojó al agua desapa- 
reciendo entre la corriente. 
- —Eres un valiente, —murmuró Ricardo encogiendose de hombros. 
Largo rato permaneció inmóvil, fija su mirada en el río, y convencido 
de que el francés había perecido ahogado, saltó de nuevo á la orilla, 
dirigiéndose hacia la abadía. i 
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Atravesaba á buen paso el bosque de olivares en que antes había 
estado oculto, cuando le pareció oir el O angustioso de una mujer 
$ de un niño, : 
Ricardo se detuvo y escuchó atentamente. 
El gemido volvio á oirse, pero mucho más claro. 
Nuestro héroe se dirigió hacia un grupo. de unos espesos arbustos. 
. Tras uno de estos y acurrucada como un lío de trapos, vió á una 
Mujer que estrechaba contra su seno á un niño de unos tres años que 
“hubiera creído muerto, á no ser por on ligeros extremecimientos, 
qUe agitaban su cuerpecito. 
— ¡Cielos! —exclamó Navarro, abriendo. desmesuradamente sus” ojos 
Téqué es esto?... 
—¡Por piedad,—suplicó la mujer con voz débil en quiera que 
Seais si teneis de humano el GOrazón, salvad á mi hijo! 
—Nada temais, —contestó profundamente conmovido el guerrille- 
'—S0y español como vos y la Providencia ha guiado mis pasos para 
oa socorreros... levantaos buena pS ¿qué hacéis en este lugar 
Flo y en tal estado? 
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