Full text: Un suplicio y una tumba (43)

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IV 
Por el relato que nuestro es holliara hizo á AnionTa sabemos la causa. 
de la prisión de Pedro el leñador. 
El jefe que mandaba la vanguardia, creyó reconocer en él al guerri- 
lero fantasma y asi se lo confirmó también el renegado que le servía de 
guia, asegurando que le conocia perfectamente y de ningún modo podia 
equivocarse. 
Júzguese pues de la alegría que pensaban dar al mariscal Clausel, 
cuando era su constante pesadilla y solo su recuerdo le llenaba de furor. 
Durante su marcha desde Caseda á Los Arcos, fué saqueando cuantos 
pueblos halló á su paso, convencido de que daría por fin con su más 
implacable enemigo. 
En esta destructora operación, dejó á su ejército, cd iquáinioas él y 
deteniéndose en esta última población, para continuar la marcha aquella 
misma noche hacia Zubiry, si bien guería atacar de paso á Estella. 
Se alojó en el convento que fué de etilo y se enteró de la his- 
toria de la población. / 
Los Arcos, como es sabido es de antiquísima fundación y Ptolomeo 
la da en sus tablas el nombre de Curnonio. 
Privilegiada por varios reyes, el satélite de Napoleón se regocijaba 
de ser, siquiera por algunas horas el rey es Los ARGOS y estaba dispuesto 
a dejar memoria allí de su nombre. 
Mientras tanto, Pedro había sido conducido á la presencia dale capi- 
tán Chanel que mandaba la vanguardia de Clausel y que se hallaba 
acampada en las inmediaciones de Mendigorría. 
Al ver al prisionero su rostro reveló una feroz alegría. 
¡Ah, bien le podía e: el maca tan importante servicio!
	        
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