LA MASCARA ROJA 59)
La niña á quien acababa de nombrar el guerrillero, tuvo una
PXpresiva mirada de gratitud para este último y sonrió secando sus
lágrimas. E :
—¿Sois su protector?—preguntó el anciano.
—Sí, es muy desgraciada, luego sabreis la infamia de que ha sido
Víctima y que le ha privado del uso de la palabra. /
El viejo se extremeció:
—¡Pobrecita!... ¿No puede hablar?
—No; pero hablemos primero de vos, el tiempo urge y tengo que
$star al amanecer en Roncesvalle. E
—¡Roncesvalle! —repitió con tristeza el anciano, sentándose en el
“umbral de la Puerta de la choza y haciendo otro tanto el guerrillero
Sobre un montón de paja, pues no había otra silla que la que ocupaba
Julita. O ;
—(¿Parece que el lugar que os he nombrado, despierta en vos un
triste recuerdo? —tartamudeó Ricardo. :
-—Mi nombre es Marcelino Otenza,—comenzó por decir el viejo sin
Contestar á la pregunta de Navarro.—En mi juventud fuí el hombre más
feliz de la tierra. Me casé con una hija de Roncesvalle, bella y virtuosa.
De mi matrimonio tuve siete hijos. Cuando España se levantó contra el
Audaz invasor, cumpliendo mi deber de militar, pues, era comandante
de Muestro ejército, me incorporé á éste á las órdenes del conde de La
Bisbal. En año y medio asistí á cien combates por distintas provincias
tiacadas por los franceses. El ruido de las armas, el furor de los com-
aí8s y la sangre derramada en el campo de batalla, embriagaban mi
: alma. Mi hijo mayor que luchaba á mi lado, cayó herido á mis pies en
Un sangriento combate. Eché una mirada sobre él y continué peleando.
La fortuna nos fué favorable y alcanzamos una victoria más, pero mi
hijo había muerto... Ra
El anciano se interrumpió un momento. ;
— ¡Gloriosa muerte! —exclamó Ricardo Navarro.—Yo la busco hace
Mucho tiempo y tengo para mí que no tendré esa dicha.
—¿Sois militar? : ] pe a e
, —Soy guerrillero y en el ejército ocupo la misma graduación que vos
habeis ocupado. da ' |
—IAh, ak! ¿Cuál es vuestro nombre? >
—Ricardo Navarro. E: )
El viejo se levantó maquinalmente y abrazó al joven. i
—Hemos luchado juntos en Andalucía, razón teníais para decirme
US 0s considerara como á un hijo. E :
—Proseguid, os lo suplico, —rogó el guerrillero que se sentía del
E ;