Full text: Un combate y una espada (44)

— ¡Ay de mi! —exclamó secando una lágrima el anciano.—Yo miraba 
con humedecidos ojos los campos asolados. nuestros templos y museos, 
Saqueados y destruidos por las llamas, las ciudades y pueblos reducidos 
4 escombros; oía extremeciéndome, los llantos de las viudas y de los 
huérfanos y la desolación de las esposas y de los ancianos; los horrores 
de la guerra me causaron espanto, pero pensé en mi hijo, comprendí el 
acerbo dolor que desgarraba el corazón de tantos otros españoles y me 
Volvi fiera contra aquel inhumano enemigo. El verlos caer á mis pies 
Sta el encanto de mis días y la destrucción y la muerte en sus batallones 
Mi más satisfactorio deseo. Llamé á mi lado á mi segundo hijo para que 
iciese sus primeros ensayos bajo mi dirección. En vano su madre me 
Pidió anegada en llanto, que lo dejase en casa. Me hice sordo á sus rue- 
805 y mi hijo vino al ejército. Ya sabeis que la guerra ha ido en aumento 
Y Parece interminable, es mucho empeño el de esos franceses, de apo- 
JYerarse de este hermoso y rico suelo, como del resto de Europa. 
—No soy de vuestra misma opinión, —dijo Ricardo,—yo creo por el 
. SOntrario, que el poderío de las armas de Napoleón toca á su fin. 
—¡Ojalá Dios os escuche! —repuso Otenza brillando sus ojos de ale- 
$Ma.—¡Oh guerra! ¡Detestable guerra! 
—Si, detestable guerra, —repitió el guerrillero, —ella rompe los más 
_ “Sirechos vínculos de la naturaleza y del amor. 
—Los enemigos, —prosiguió el anciano,—ya no huían como hacían 
ea Un principio, nos esperaban á pie firme y no pocas veces como habreis 
iénido ocasión de ver, nos forzaban y rompian las más aguerridas filas,
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.