Full text: Un combate y una espada (44)

A 
LA MÁSCARA ROJA 
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No faltaba quien informara á los extranjeros de la situación de la 
Francia y los pueblos enteros marchaban contra los franceses en nom- 
bre de la independencia y de la libertad de las naciones, y aliados los 
soberanos, llegaron á ofrecer negociaciones y un congreso, sentando 
como bases sumarias del'tratado, el abandono por la Francia de la 
Italia, la Holanda. la Alemania y la España, volviendo á sus naturales 
! 
límites. 
Napoleón aceptó la oferta de un congreso, sin explicarse acerca de 
las bases sumarias, pero los aliados exigieron que las mismas fuesen 
aceptadas antes de toda negociación y publicaron un manifiesto fechado 
en Francfort, en el cual se decía que no se hiciera la guerra á Francia, 
sino á la preponderancia ejercida por su emperador, fuera de los limites 
de su imperio. IA 
— Añadían su deseo de que la Francia fuese fuerte, grande y feliz, por- 
que el poderío francés era una de las bases del edificio social y confir- 
“maban á la vecina nación, una extensión de territorio, que jamás había 
tenido bajo sus antiguos reyes. 
Terminaba el manifiesto, declarando que no debían deponer las 
armas, hasta que el estado político de Europa, se hallase de nuevo afian- 
zado, hasta que principios inmutables, hubiesen recobrado sus derechos 
con vanas pretensiones, hasta que la santidad de los tratados, hubiese 
asegurado á la Europa, una paz verdadera. A E 
Semejante manifiesto dió un golpe mortal al poder de Napoleón, 
puesto que estaba conforme con la opinión general. 
Esta tendía á aislar á la nación de su jefe y satisfacía por consi-, 
guiente, lo que la Francia deseaba. , 
Sus límites naturales y un gobierno de su elección. 
Irritado Napoleón impuso silencio á sus vacilaciones y se resolvió ú 
seguir combatiendo, teniendo fija su atención en el movimiento que sus 
generales realizaban en España. 
De aquí pues la conversación de los dos generales ingleses Cole y 
-Byng en la basílica de Ibañeta.
	        
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