Apenas se hizo de día, el duque de W ellington, abandonó las posi-
“iones de los desfiladeros y emprendió á su vez la marcha hacia San
Sebastián, cuya plaza en poder de los franceses, pensaba sitiar. :
, Dejaremos al ejército anglo-portugués, camino de la capital de Gui-
Púzcoa y veamos qué se había hecho de Ricardo Navarro, que según
habían dicho al duque, hubo de desaparecer con su guerrilla, después
del encarnizado combate y antes del amanecer.
Adivinando las intenciones del mariscal francés, se internó por las
escabrosidades de los Pirineos y al llegar á Vera, se escondieron en un
bosque inmediato, aguardando la noche. )
Al ponerse el sol, vadearon el río y Martín se quedó en las orillas
“on su gente, por orden de Navarro, mientras que éste PEA entre
las sombras de la noche.
Cubierto de sangre y de polvo, el imópido etilo se internó
Por el momento, con el fin de aproximarse á Irún y descubrir por sí
Mismo la situación de la plaza y combinar su plan de asalto. antes q.
las ¿ropas de Soult, acudieran á su defensa.
Atravesaba un espeso bosque, cuando de pronto descubrió una
Pequeña choza y se encaminó hacia ella, deseoso de saber quién la
habitaba.
Empero aquélla estaba abandonada.
Navarro penetró en su interior y se halló ante. una lápida de mármol
“egro, que se asemejaba á una tumba.
Encendió su linterna y leyó unas letras que aquél tenía grabadas y
y