SE
LA MÁSCARA ROJA
—No, es á Goizueta donde debo. conducirte, allí te aguarda nuestro
ilustze general Soult, él dictará tu sentencia y te juro que: te aguardan
los más inauditos tormentos, porque estoy seguro que eres tú ese mal-
-dito guerrillero que lo titulan fantasma y que es el más implacable ene-
'migo de la Francia. Rot ,
le
Dos de los granaderos se adelantaron para llevar la noticia al cam-
Pamento francés y los demás en número de seis que formaban aquella
Tonda ambulante, rodeaban al prisionero, que sin pronunciar una pala-
"ra más, salió de la choza y caminaba resignado á su suerte.
Siguieron un escabroso sendero y después de una marcha de media
Mora habian descendido el monte, y se hallaron en un valle.
Negros nubarrones se exiendían por el firmamento, y truenos leja-
MOS anunciaban la próxima tormenta. idad e
La lluvia caía ya con bastante fuerza, acompañada de un viento frío.
Y de una oscuridad'que impedía ver el camino. as '
El sargento ordenó á uno de sus soldados que buscara si por allí
- ¡ábía algún asilo donde poder guarecerse de la tormenta y aguardar la
2 del nuevo día, para proseguir la marcha, pues temía caer en alguna
Sorpresa que le arrebatara el prisionero, que él consideraba de suma
'portancia. ELO que E dob NR de
El granadero fué á cumplimentar la orden de su jefe, guareciéndose
9s con el guerrillero bajo el espeso ramaje de una corpulenta encina.
: Cuantas preguntas dirigió el sargento á Navarro, quedaron sin res-
" Vesta. q ' y MAR MS á
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- El valiente joven se había encerrado en una completa reserva y sólo
a Shcogía de hombros con provocativo desprecio. SE
Al fin llegó el granadero que se habia adelantado y los condujo á una |
Mcrucijada y desde alli á una inmediata choza donde vivía una mujer,
“con una joven de diez y seis años, que según decía era su hija. :
La pobre mujer los recibió llena de temor al ver tantos hombres
ados en su solitaria morada y respondiendo á sus multiplicadas pre- -
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