LA MÁSCARA ROJA
El camino que conducía allí, parecia completamente libre. A los doS
lados se elevaban espesas malezas y detrás de ellas un espeso bosque-
De súbito, en lontananza y al Oeste, una descarga de fusileria repe!”
cutió.
Era probablemente el cebo Ney que luchaba con el grueso de las
fuerzas de Navarro.
Sin embargo, este fuego de fusilería fué reforzándose poco á poco. Y
pareció bien pronto el ruido de la tempestad.
—¡Rodeemos el campamento! —gritó Soult.—Luego volaremos €2
socorro de nuestros compañeros del tercer regimiento. ¡Adelante! El
campamento es la llave de la batalla.
Los escuadrones se habían puesto en columna, que es la as dis-
posición dé combate á la descubierta,
Los oficiales estaban al frente de sus hombres, todos ardían €N
deseos de combatir. Con el sable en la mano derecha, el revolver y 12
brida en la izquierda, los soldados aguardaban llenos de ardor.
A una señal partieron al trote hacia el bosque.
Se oía sin interrupción el fragor de la fusilería en lontananza y €!
campamento parecía abandonado.
En cuanto llegaron á las primeras tiendas, los soldados se vierol
envueltos por el fuego y plomo en medio de un estrépito parecido al 48
los truenos.
Era la primera salva de los guerrilleros ocultos en el bosque.