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LA MÁSCARA ' ROJA 17
No se podrá negar que era aventurada empresa la que intentaba,
dado la superioridad del número que componía el ejército francés, pero
el intrépido guerrillero fiaba en su valor y astucia y en el arrojo de los
suyos, que tantas pruebas le habían dado de ello en cien combates.
Mientras se hacian los preparativos para la marcha, la condesa
estaba sentada en el interior de la cueva, sola y con afligido continente,
sintiendo despedazarse su corazón á las órdenes que daba Navarro.
—¿Por qué estás tan triste y abatido, querido Ardoz?—le preguntó el
guerrillero. —¿Acaso crees que no iremos á Bayona? Sí, hombre sí, pri-
mero quiero descubrir y asegurarme de las posiciones y el número de
los enemigos que aguardan en estas montañas y yo te aseguro que dan-
tro de algunas horas estaremos en el hotel de la marquesa de Torres
Blancas. ; ;
—No es eso precisamente, —contestó ella levantando la cabeza y mi-
rando tristemente á Ricardo.—Ni me arredran tampoco las balas de los
franceses... pero temo sí, que llegue el momento de veros caer á mi
lado... ¡Pensad Ricardo cual sería la desesperación de María si vuestra
muerte!...
No pudo acabar la joven:
Desgarradores sollozos ahogaron su voz y las lágrimas pugnaban
por inundar sus ojos.
—Nada temas y puesto que soy tu jefe, quiero que me obedezcas
como todos me obedecen. É
—Estoy á vuestras órdenes, —balbuceó la joven.
—Te ordeno pues que te dirijas á Bayona y anuncies á la marquesa
mi llegada.
—¿Me separais? '
—Así conviene á mis planes.
—En ese caso, allí os aguardo.
Los clarines y trompetas que resonaron en el monte, pusieron tér—
mino á este diálogo.
Eran los franceses al mando del general Suchet, que enterado de lo
ocurrido durante la noche y lleno de impaciencia, avanzaba en busca
del ignorado enemigo.
La marquesa no tuvo más tiempo que para decir:
—¡Adiós, hasta luego!
—;¡Sí, hasta luego! —repitió Ricardo corriendo á punerse al frente de
su guerrilla. 40
Esta que se componía de cerca de quinientos hombres, se puso sobre
las armas y se extendió por la montaña, quedándose en el centro Ricar-
do Navarro con cincuenta de los suyos.