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- con sus caballos ensillados; de la caballería salía en aquel momento un
Cuando el general Marmont pudo reunirse con el mariscal Soult y el
resto de su gente y supo el primero el desastre acontecido, no pudo con—=
tener una espantosa exclamación de cólera.
—¡Así den de cabeza en los infiernos, esos condenados guerrilleros! —
dijo apretando los puños el general.—¡Es horrendo que un viejo soldado
como yo, deba todavía asistir á semejante espectáculo de ver nuestra
caballería en fuga delante de la gente de Navarro! ¿Qué condenación me
está reservada todavia? Aprisa, mi caballo. Es preciso que parta en
busca de esos desalmados.
Era el general Marmont un hombre de barba gris y atezado rostro,.
que acusaba una energía nada común.
Con la más grande excitación bajaba de una escalera de madera que
conducía á una especie de torre que servía de punto de observación.
Las tropas francesas se habían situado en una magnífica granja que
el dueño de su nacionalidad también, se la había cedido como cuartel
Detrás del general Marmont su ayudante el capitán Betancourt exa-
minaba los alrededores. : .
En las espaciosas cuadras había una pequeña división de caballería
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