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LA MÁSCARA ROJA 19)
De súbito, de una infractuosidad de la roca de enfrente surgió una
sombra; después se oyó el chapoteo de un caballo en el río y el espia
pudo ver un soberbio caballo, en cuyos lomos llevaba un apuesto jinete
franquear valerosamente la corriente. /
Debía ser un excelente animal y seguramente no era la primera vez
que vadeaba el río. ) y
El valiente caballo parecía conocer todos los pasos dificultosos y los
evitaba. E
Por fin, después de tan dificultosa travesía, el jinete y su montura
lNegaron á la opuesta orilla cerca del mismo lugar en que estaba la joven,
que al reconocer al caballero se había levantado presurosa, pero sin
pronunciar la más leve expresión, pues harto conocía que era preciso
guardar una prudencia excesiva en la senda de la guerra. $
El jinete saltó presuroso y se precipitó hacia María, á la que estre-
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chó entre sus brazos. ' :
,—¡Por fin te vuelvo á ver! —dijo la joven rompiendo el silencio.—¡Si
+ú supieras Ricardo, la inquietud de que he sido presa desde que partis-
te, mi corazón lleno de impaciencia y de terror mientras se estaba
librando la batalla! ¡Cómo he sufrido por no estar á tu lado, te veía en mi
imaginación, inerte y sangriento, extendido sin vida en el suelo, herido
mortalmente por las balas de nuestros enemigos! El corazón más que
nunca hoy presentía que estabas en inminente. peligro, que á toda costa
querían tu muerte y sólo á ti dirigían las carabinas los soldados fran=
ceses... :
—¡Pero ya ves que estoy sano y salvo, mi bien amada! —respondió
Ricardo Navarro.—Tu amor me hace invulnerable, —añadió el valiente
- guerrillero estrechando aún más á la hermosa joven en sus brazos.