CAPITULO XXIV
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Amagos de tempestad
NESDE la primera noche del debut de la come.
| pañía italiana, en que Enrique y Nicolás sé
Ál dieron a conocer a Ruperto e intentaron
a) hacerse reconocer por Marieta, supieroM
Emma y Carioli que los antiguos protectores de María
intentaban reclamarla, y que no sería nada extraño que lo
hiciera alguna mujer que se presentara con ese carácter.
Emma no se alarmó tanto como Carioli, que exclamó
con airada vehemencia:
—«¡Corpo de Dio!» Antes empalado que consentir que
nadie se lleve nuestra «<ragazza».
Y no era, como suponían los que intentaban recU-
perar a Marieta, por el sórdido interés de conservarla
para explotar sus extraordinarias disposiciones, que nun-
ca a la eminente trágica le faltó numeroso público