CAPITULO XXVIII
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Una memoria que despierta
6R las cinco y media de aquella tarde, nuestros
dos amigos se apeaban de un elegante
EN «charavant» que guiaba Enrique, quien
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pcia) entregó las riendas y la fusta al lacayo que
les acompañaba.
Entraron en la estación y tomaron billetes de andén,
porque todavía en España se explota la despedida y reci-
bimiento de viajeros, aunque en nombre de la «Caridad».
que es una señora muy socorrida en muchos casos,
El andén estaba aún casi solitario.
Algunos previsores viajeros de esos que nunca pler-
den un tren, porque acuden con media hora de anti-
cipación a las estaciones, paseábanse fumando, y €"
treteniendo el tiempo viendo formar el tren exprés
de Francia, con sus largos «vagons lits», sus coches
de primera corridos y confortables, donde los mozoS