Full text: Tomo primero (001)

1080 LOS ANGELES DEL ARROYO 
De buena gana hubiera Emma rehusado el ira San 
Petersburgo. Pero tentábala la codicia la subvención cre- 
cidísima que el Czar concede a las compañías que van 
por él invitadas, y Emma, antes que actriz y que mujer, 
era... empresaria. 
Aceptó; pero guardándose bien de mostrar la carta en 
que, de un modo claro, se demostraba que no era a ella, 
que ya conocían en San Petersburgo, sino a la Golfini a 
la que deseaban volver a ver después de haberla admirado 
cuando era una trágica en miniatura. 
Temió que María se envaneciese y creciera hasta me- 
nospreciarla, lo que había ella procurado no sucediese 
así, conservándola siempre a cierto nivel por bajo de ella, 
sin parecer dar importancia al creciente favor que el pú- 
blico iba dispensardo a aquella artista, antes crisálida y 
ya convertida en mariposa, y mariposa de muy brillantísi- 
mos colores. 
Por otra parte, María había empezado a demostrar 
una verdadera pasión por el lujo y el sport. 
A las dieciocho años pidió la liquidación de sus habe- 
res a Emma, que no tuvo dificultad en presentarla honra- 
damente sus cuentas. 
María tenía en el Banco de Roma sus sueldos de diez 
años, desde que Emma y Carioli la asignaron el de qui- 
nientos francos mensuales, cuyos intereses, acumulados 
en esos diez años, ascendían a una respetable cantidad, 
unida al producto de los derechos de las obras que la pe-
	        
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