LOS ÁNGELES DEL ARROYO 1115
fini...» ¡Oh!, vamos a ver a Marieta. Es preciso visitarla
en su cnarto...
—¡Ya lo creo!
—De modo que aquella chiquilla tan talentosa y
mona... —dijo el duque.
a —Sí... es la misma que va a hacer de Isabel de Inglate-
rra, el papel que hacía la Di Franchi con la Ristori, a quien
vimos en París, y en cuya compañía trabajaba Colás...
> —¿Colasillo? ¿El amigote del Punta?... ¿El padre pos-
= tizo de Marieta?...—dijo el ex Chato de Carabanchel.
—Justo, hombre,
—¿Es cómico?
- —Y bueno. Estará con la Ristori... Pero... no...; si
también está aquí. ¡Si hasta trabaja esta nochel
¡Ahl, ¡qué alegríal
¡Volver a vernos después de tantos años!
3 Y 3 vi a Colás, hace... seis años, en París; pero apenas
pudimos hablar en nuestro palco en un entreacto, porque
h al día siguiente salimos de París para Viena. No... pues lo
que es ahora, ahora ni él ni ella se nos escapan...
El duque sonreía como si se hubiese caído de un nido,
- Porque Clara había llegado a entontecerle y el viejo no
tenía ya voluntad propia, y sólo pensaba con el pensa-
3 iento de Clara y lo veía todo por sus ojos.
E
Sonaron los timbres y los hombres ocuparon sus asien-
tos en la platea; y en los palcos asomaban negras figuras
detrás de las espléndidas bellezas, desnudas casi de cintu-
Ya arriba, y estiraban por cima de las cabezas, llenas de ri-