LOS-ANGBLES* DEL 'ARROYO 4451
«el suyo fué regalo de reina, una casa en Miramare, don-
de me conoció. $
—El valor del regalo es lo de menos. 'La intención que
«envuelve...
- —Pero esa intención, lo mismo podía yo atribuirla a
amí que a ti,
—No, porque ya sabes los precedentes que existen,
—Que te mira.
—Sh...
— (Jue te sigue...
—Mo..
—¿V no admiras en él esa delicadeza de no querer
confundirse con la pléyade de tus admiradores, entre los
cuales tal vez haya algún sietemesino que merezca algún
día tus favores?...
—No espero concederlos a nadie; pero si así fuese se-
ría la pasión la que concedería, y no la codicia infame y
deshonrosa.
—¡Frases! —dijo Emma con un gesto de desdén—. En
fin... veamos esa pulsera y... esa carta.
María se levantó y abriendo su magnríico neceser, que
parecía una maleta, sacó de él el estuche yla carta que
saún tenía abierta.
—tisa es la pulsera y esa es la carta—dijo echando
e
5 £ ambas en la falda de Emma,
so.
Abrió Emma el estuche e hizo un movimiento de sor-
presa.
—¡Ohl