1154 LOS ANGELES DEL ARROYO
— ¿En quién?
—En mí, si lo acertase,
—Tu estás loca, querida mía.
—Es po:iole que, desde el punto de vista práctico, lo
esté; pero mira... es una locura que me honra y me sati3-
face mucho,
—¿Es decir, que tú no aceptarías esa excursión... a
Smolersk*
—Como si fuera a Naugorod, que está a ciento veinte
verstas de San Petersburgo.
— Haces mal, mi querida María—dijo Emma levan-
tándose.
—¿No encuentras tú otro medio más digno de librarte
de mí?—la preguntó María,
—¡Yo!—contestó enrojeciendo Emma—. ¿Por qué?
¡Librarme de tí!
—Sí Emma. Tú has visto el cielo abierto con que
el príncipe te haya escogido como mediadora en sus
pretensiones. 4
—Pero... yO... yo, ¿qué otro interés puedo tener más
que el tuyo?
— Gracias, gracias, Emma. Pero escucha,
—¿Q :é?
—Si cuando rechacé a mi madre impíamen'e, hubiera
sabido que andando el tiempo habrías de intentar entre-
-garme a un hombre por deshacerte de mí, créelo: no la
hubiese rechazado,
Hubiera preferido la madre que me dió el ser y me
- abandonó de pequeña, a la que de pequeña me amparó y
desea perderme cuando mujer.