LOS ANGELES DEL ARROYO 1285
sino tantos individuos, hasta en. distintas esferas sociales
colocados, es verdaderamente maravilloso,
- —SÍ, madre, que lo es. El mundo ofrece la particulari-
dad de que el cambio de posición de un individuó impli-
ca un total olvido de lo que fué, y procura arrojar un velo
sobre su pasado para olvidarlo él y hacerlo olvidar a los
«dlemás.
Pues bien: en nosotros no se realiza eso. No nos tra-
tamos; estamos separados por la distancia y por los aza.
res de la vida, y, sin embargo, subsiste ese lazo de unión,
que no han logrado romper el tiempo, ni la distancia, ni
dos cambios de posición y de estado,
Clara se arrojaría a mi cuello si me viese entrar por las
puertas de su casa, aun delante de su marido; porque ya lo
ves por su carta,
Para ella soy siempre el Punta, nombre que no sé, ni
por qué, ni de quién lo recibí,
Y en el fondo de todo esto, madre —dijo Enrique con
los ojos bañados en lágrimas—, ¡qué honradez, qué leal.
tad, qué pureza de sentimientos tan grande!
Estoy seguro de que Clara y Marieta irían con cua!-
quiera de nosotros hasta el fin del mundo, y las respeta=
fíamos como a hermanas.
Ahí tienes a Clara protegiendo al pillete del Chato, un
ladronzuelo como el Cojo, dos golfos, que de hombres
han llevado mala vida, y, sin embargo, el que está libre
ha encontrado protección en la antigua golfa Julia Molina
y en Clara, que seguro estoy le tratará como un sinver-
gúenza, pero sin dejar de protegerle,
¿Qué le he de decir, madre?