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1316 LOS ANGELES DEL ARROYO
que al contrario que un soldado lucha por dar la vida a
sus semejantes? :
¿Qué mayor gloria que la que rodea a una artista
como María, sacada en triunfo todas las noches, obse-
quiada por el público que la admira y atendida y conde-
corada por los soberanos de Europa?
¿Puede darle todo eso el título de duquesa, cuyo ori-
gen son dos bastardías, la del padre y la de la hija?
ve ae de
Tocó entonces a Enrique inclinar la cabeza ante la ló-
gica inflexible del doctor, cuya grandeza de alma y cuyo
verdadero culto al honor no pudo menos de apreciar en
su justo valor.
—¿De suerte —dijo —que rehusa usted el reconocimien-
to como hijo del duque de la Sonora?
-—Es más: le ruego a usted que a nadie diga que co-
noce usted mi origen.
—Pero ¿ha de privar usted a su padre...?
-——¿De qué? —exclamó el doctor con expresión de sor-
presa—. ¿Privarle de qué?
¿Quizá del placer de abrazar a un hijo de cuarenta años?
¡Oh! ¡Va es tarde para eso!
¡Uno y otro, padre e hijo, tenemos ya encallecido el
corazón para dar cabida a esos afectos.
—¿Y... María?
—¡Quél
—¿No está usted dispuesto...f
-——¿A reconocerla?
a