Full text: Tomo primero (001)

LOS ANGELES DEL ARROYO 
de buscar un par de piezas de tiro rápido con que hacet- 
nos volar mútuamente, porque la distancia reglamentaria 
- es la de diez pasos. 
—¡Qué atrocidad! Eso es un suicidio, 
-—No, señores; porque es uno a otro como se matan; 
pero se matan de verdad e indefectiblemente. 
—¡Demonio! —murmuró el catedrático—. ¿Qué decís, 
coronel Murniet? 
—Digo, que se lo diremos al principe y escribiremos 
al señor el resultado. 
—Advirtiéndoles —dijo Colás—, que si no es a navaja 
o a cañonazos no admito el duelo. 
—Se le dirá así —contestaron los dos testigos inclinán: 
dose de nuevo y saliendo acompasadamente. ' + 
En la puerta se volvieron, hicieron un nuevo saludo, 
encorvándose con un ángulo de noventa grados, y des» 
eparecieron. 
Colás no podía tenerse de risa. 
Aún se revolcaba en una butaca con los puños en el 
estómago, cuando entró de pronto Marieta en la habi- 
tación, 
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