1354 LOS ANGELES DEL ARROYO
—Que es lo que se trataba de demostrar: que el prín-
cipe es -un cobarde y que yo no quiero batirme, por-
que figúrate si por un sombrero abollado voy a que-
rer yo que me abran la cabeza o un boquete en mi eco»
nomía. :
—Seguro que no.
—Pues yo les he propuesto que les compraría un som.
brero nuevo.
Han querido pretender que dé al príncipe una salis
facción.
Y como tengo muy pocas de sobra, no he querido sel
generoso con él y me he negado.
Luego han empezado con el terreno del honor y de k
música celestial, y he dicho:
¿Si? :
¿Os vais a dar tono de valientes como vuestro repre.
sentado? Pues ahora veréis.
Tiré de la charrasca, y, en cuanto oyeron gruñir los
muelles, yo creo que les entró el mal de la tembladera,
porque fuera de España, la navaja es más temible para
cualquiera, que un revólver, :
—¿Pero qué les has dicho de un cañón?
—Pues nada... que si no quiere aceptar la navaja como
arma, que dicen ellos es de traidor por lo corta, pues va a
tener que aceptar una larga.
Pensé en la lanza, pero la lanza sin caballo... y un
desafío a lanza y a caballo no se ve desde tiempos del
moro. Tarte y el del «Triunfo de Avemaría», un ro-
mance que yo sabía y te recitaba cuando eras chiqui:
tilla, y hacías que te repitiese catorce veces aquel de