1356 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
—Creo que te tendrán por loco, Colás.
—Más loco estará el que crea que yo me voy a expo-
ner a que el señor principe me mate, sin poderle yo tocar
al pelo de la ropa.
—Y dí... ¿qué ha pasado en la mesa con esa canalla de
cómicos y cómicas de malas lenguas?
Me han estado poniendo, dicen, como ropa de pascua.
-—Con motivo de las ridículas calumnias de esa bribo-
na de Santoliani.
—Sí... Ella creyó que yo había pasado el día en casa
del 'príncipe. Como si eso hubiese sido, hubiera yo vuelto
por aquí.
—¡Ya ves! Esa envidiosa es capaz de armar una calum-
nia a la Virgen Santísima.
—Pero ¿qué es lo que dicen?
—Decían... Pero ya no dirán. Todos creyeron, por lo
que decía ella, que, en efecto, habías estado de pasatiem-
po con el señor principe de Vitelesk.
Según parece, te siguen y espían, porque la Santoliani.
sabe que has estado en los baños rusos imperiales, y que
detrás de ti entró el príncipe, y... ¡para qué quieres másl
Con esos solos datos ha formado ella el caramillo, que-
riendo hacer creer a toda esa gentuza que tú eras la que-
rida del señor Astragrotf,
— ¡Infame!
—La envidia, hija, la envidia.
—Creo que no voy a poder seguir con esta gente,
—Pues cuando quieras nos vamos a otra compañía,
—¡Yol. ¡Ahl, eso no, Colás. O formo compañía
que trabaje bajo mi dirección, o me retiro del teatro: y