Full text: Tomo primero (001)

1386 LOS ANGELES DEL ARROYO 
—Es la ley inexorable de la sociedad y está bien en- 
tendida, porque si se concediese al expósito o al bartardo 
los mismos derechos y preeminencias y consideraciones 
que al hijo legítimo y de padres conocidos, se daría caso 
que nuestras hijas se casasen quizás con hijos o nietos o 
descendientes de algún bandido, de algun revolucionario, 
de un nihilista, tal vez... 
—Y bien, señor duque... Tampoco sé por qué, aun 
siendo hijo de uno de esos indignos personajes, habría de 
sufrir una especie de extr.ñamien:o de concierto humano 
como si fuese un apestado o un ser indigno de vivir en 
sociedad. 
—¡Ah, caballero! Esas son las consecuencias de los 
extravios, de los vicios, de las malas pasiones. 
—Que tienen que pagar justos por pecadores, 
—¡Y qué quiere usted! En nuestro bajo mundo hay 
grandes injusticias, lo comprendo. 
¡Pero qué le hemos de hacer! 
En ese mundo vivimos y tenemos que atemperarnos a 
sus leyes. 
—Sin embargo, papá—dijo Alejand:a—yo no veo la 
obligación de conformarse con las leyes tiránicas de la 
costumbre y con esas antiguas y absurdas creencias de 
nuestros abuelos, 
—:Onl ¿Tú también eres de las que piensan queaban 
de variar las costumbres, los hábitos, las leyes sociales... 
y políticas? 
—Yo con las políticas no me meto, papá—dijo con 
una graciosa risa burlona Alejandra—; pero con las so- 
ciales... 
—¡Ah, qué! Pues trastorna las leyes sociales, y has
	        
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