1418 LOS ANGELES DEL ARROYO
——Cuarenta años...
— ¡Un chiquillo!
—No tanto; pero no es viejo.
— ¡Qué ha de ser! Pero el padre que está veinte
años sin querer conocer a su hija, ni reconocerla, poco
interés puede mostrar por ella.
Sin embargo, ya sabes a quién debiste los veinti-
cinco mil duros que te regalaron en Madrid.
—¿A mi padre? ;
— A.
——Me lo figuraba.
—:¡Ah! ¿Sí? Nunca te lo oí hasta ahora.
—Y o guardo mucho mis resentimientos, y no he po-
dido nunca olvidar. el abandono de mi padre y de mi
“madre.
Y ahora pretenden Clara y Enrique que me reco-
nozca mi padre.
—Ya lo sé. Pero tú, ¿qué decides?
—¿Yo?
—¿ No quieres que te reconozca tu padre?
—No me hace falta. Como a él tampoco le hace fal-
ta, y se ha negado a que lo reconozca Ramón.
—¡Ah! ¿Si
Toma, toma..., lee la carta que escribe Enrique
a Clara. Tú debes tener otra, según la dice.
—No la he recibido.
-—Te dirá, poco más o menos, lo que dice a Clara,
aunque tal vez te lo especifique más. A Clara la llena
de cumplidos elogios, como los que ha merecido de mi
padre su generosa conducta.