LOS ANGELES DEL ARROYO 1471
Y si no lo declarase, ¿no la deshonraría tácitamen-
te, viéndome obligada a ócultar su nombre?
—Pero, dime, Marieta, ¿no te parece más conve-
niente para tu porvenir tener la sombra de un padre y de
una señora respetable como tu abuela ?
—-¿ Y qué sombra me han prestado durante los veinte
años de mi vida, querido Colás?
¿ Y he necesitado yo de esa sombra para condu-
cirme con decoro?
-Sí, pero... casi empiezas a vivir. Veinte años es
el comienzo casi de la juventud.
—Bien...; pero vamos a ver, Colás: dime qué bienes
me vienen a mí con esa gracia, con tener un padre na-
tural, a quien le pregutaría todo el mundo con extra-
ñeza:
—«¡ Hombre! ¿De dónde saca usted ahora esta al-
haja que ha tenido usted tan guardada o empeñada en
poder de algún otro?
Y mi padre tendría que contestar:
«Sí, es una alhaja que una mujer y yo fabricamos
para tirarla por la ventana, para que la recogiera el pri-
mero que pasase.
La recogió un golfo con más entrañas que yo y
quien la ha llevado en las suyas, y unos cuantos des-
arrapados la dieron el nombre de familia que casi todos
poseían, y se llamó María o Marieta de los Golfos y de
Dios, porque algo había de llamarse, Esa muchacha
ha sido cómica, y todos la habéis aplaudido, y yo tam-
bién; y aunque supe que era mi hija no me acordé en-
tonces de reclamarla, como su madre, que la dejó entre-