158 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
Derecho, y entre ellos contábase algún que otro abogado
de secano, algún procurador y un notario.
La institución pedagógica de La Juncosa debíase a
una mujer.
Al principio dióse el raro fenómeno de haber en la
aldehuela quien enseñase los primeros rudimentos a las
niñas y nadie a los mayores.
La profesora tenía alumnos de todas las edades y
parvulillos de cuatro a seis años,
Más tarde, dos años después lo menos, un hombre
desocupado, pero con grandes aficiones pedagógicas,
ofreció sus servicios al pueblo y se estableció bajo su di-
“rección la primera escuela de adultos.
La casasescuela era la mayor de La Juncosa, y decía-
se fué la primera que se había construído a la sombra de
la iglesia de Santa Lucía por los antepasados de doña
Eulalia de Camposagrado, señora de unos treinta y cinco
a treinta y seis años, notablemente hermosa y que hacía
trece años que habitaba en La Juncosa, donde poseía
grandes propiedades.
Llamábanla en la aldea el Sol de La Juncosa, y era de
todos adorada por sus grandes cualidades morales, su
piedad y st inagotable caridad.
Vivía en su compañía una joven madrileña de veinti-
séis años, que no la iba en zaga en belleza, aunque de-
tipo diametralmente opuesto al suyo.
Aquella joven había llegado hacía cuatro años a la