Full text: Tomo primero (001)

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224 LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
—¿Y qué dice? 
—A ver... lea usted el oficio. 
El escribano aseguró sus gafas de oro sobre sus grue- 
sas narices y leyó: 
«En contestación al atento oficio de V. S., en el que 
se interesa de este juzgado la averiguación de los antece- 
dentes que pudieran averiguarse acerca del origen de la 
cantidad de cuarenta pesetas y veinticinco céntimos, ha- 
llada en poder de los detenidos por orden de V. S., los 
llamados Nicolás Expósito y Camilo (a) Punta, debo in- 
formar a V. S. que, personado el actuario de este juzgado 
en el domicilio del individuo Eduardo, de apellido Santo- 
lalla, éste manifestó, en contestación a las preguntas que 
interesaban en su exhorto, que, en efecto, hacía nueve o 
diez días entregó al joven Nicolás o Colás Expósito, que 
iba acompañado de una niña llamada Marieta, la cantidad 
de cincuenta pesetas en dos monedas de oro de a cien 
reales cada una, como recompensa de un servicio de im- 
portancia recibido del expresado joven, cuyas señas pedi- 
das a Santolalla coinciden con las que V. S. expresa al 
margen del citado exhorto. Lo que tengo el honor de po- 
ner en conocimiento de V. $. 
> Dios... etc... etc....> 
—¡Era cierto!-—exclamó el juez. 
—Sí, señor, y buena plancha nos ha hecho tirarnos el 
tal baturro José Mastuerzo... 
—Pero ese hombre, ¿de dónde sacó que eran esos 
pobres chicos los que le habían robado el bolso del 
dinero? 
—¡Qué sé yo! Estaría... Pero también, señor juez,
	        
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