Full text: Tomo primero (001)

O 
a, 
248 LOS ÁNGELES DEL ARROYO 
—¡Pero si ya están en libertad! 
— ¡Cómo! ¿Ya? 
—Sí, señor; anteanoche mismo recibí por el correo la 
contestación del juzgado del Hospicio de Madrid, después 
de hecha por usted la aclaración que se interesaba en mi 
exhorto; y como no había motivos para tenerlos deteni- 
dos, decreté en la misma noche su excarcelación y salie- 
ron de la cárcel según me ha dicho el señor escribano 
presente. 
—Sí, señor—dijo éste—; yo mismo traje la orden y les 
puse en la calle. 
—¿Y no sabe usted dónde están parando? 
—En Alcalá. 
— ¿Sí? 
—No deben estar ya en Alcalá. 
—¡Cómol ¿Pues dónde? 
—Según les oí decir, tenían el propósito de marchar en 
la misma noche a La Juncosa, donde se habían dejado 
una niña el día que les prendió la Guardia civil y les trajo 
a Alcalá, 
—Yo no sé... Es posible que puedan dar razón en la 
estación, si se acuerda el empleado que despacha los bille- 
tes de haber vendido algunos para unos chicos... 
—Difícil será que se acuerde. 
—No lo crea. A la hora que ellos salieron de la cárcel, 
si fué entonces cuando marcharon a Torrejón, que es donde 
está más cerca La Juncosa, seguramente lo harían en el 
mixto de Guadalajara, y pocos billetes despacharían a esa 
hora.
	        
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