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CAPITULO XXIX
La vuelta a Jamaica
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[A he referido a usted —dijo Eduardo después
¿| de una pausa—lo que ocurrió en Madrid.
al Después de mi fatal encuentro con aque-
| ¿] lla inocente, resolví volver a América.
Pe Nora no me había inspirado nunca una pasión ni un
deseo, La quería extraordinariamente, cuanto se puede
] Querer a una amiga, a una hermana, y la gratitud entraba,
1 €n gran parte, en ese cariño. Me hubiera dejado matar
k Por ella defendiéndola, y dado por ella la vida a cambio
de la suya en peligro.
¿Qué menos podía hacer que volver a su lado, herido
por el desengaño, pero ocultando mi herida y mostrándo-
la piadosamente un amor que por ella no sentí nunca?
¿No era esto salvarla la vida si, como ella pensaba, su
A vida dependía de que yo la amase y fuese suyo?
$ Proponíame fingirla amor, olvido de mi antigua pa»
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