392 LOS ANGELES DEL AUUOYO
quede una peseta pa golver a Madrid, no debemos eco-
nomizar nada hasta dar con Marieta.
—¿Y si no la encontramos?
—Pos mira... pa eso la madre es una señora que debe
conocer al Rey, y le pué pedir que el Capitán General y
los Menistros y el Alcalde y toa la Policía junta busquen
a Marieta.
—Si diéramos con aquel señor del futraque y el abrigo
de pieles que mos habló en la puerta de Palacio...
—¿Y pa qué, si la marquesa enquizás tenga más mano
con el Rey que ese señor? Las mujeres guapas, y tú dices
que lo es la marquesa, puén mucho, Colasillo,
Mois ok
Resueltos a esperar a Eduardo un día o dos en La
Puebla, los golfos, después de sacudirse las orejas y los
vestidos y quedar limpios realmente de polvo y paja, sa-
liéronse del mesón-teatro para entretenerse en la feria.
Aburridos, sin saber qué hacer de sus cuerpos, pasa-
ron aquel dia, viendo llegar la noche sin que pareciese
Eduardo, a quien esperaron toda la mañana a la entrada
del camino de La Juncosa.
Habíase desocupado un cuarto del mesón, y el posa-
dero-empresario, señor Mostachón, pudo proporcionar a
los golfos mejor alojamiento que el del pajar.
—Lo que es si mañana al medio día no viene don
Eduardo—dijo Colás—, yo no lo espero ya y nos volve-
remos a La Juncosa para averiguar eso de los cómicos Y
allí veremos el rumbo que tomamos. :