LOS ANGELES DEL ARROYO
Acercóse el golfo con la boina en la mano.
—Cúbrete, muchacho, que hace frío—le dijo Eduardo:
==¿De modo que éste es padrino de Marieta?
—Pa servirle —contestó el Punta.
—¿Y la niña? ¿Está buena? ¿Está contenta?
La. ña, ¡0
—Sí... Marieta. i
—Pues qué, ¿no sabe usted...?
— ¡Qué!
—Que no está aquí...
—¡Cómo es eso!
—No, señor; no está aquí...
—¿Pues dónde?
— ¡Qué sé yo!...
—¿Que no sabes?
—No, señor, que no sabemos dónde se la han llevado...
—Mira, mira, mira... Es preciso ver eso... ¿Así des-
aparece una criatura?...
—Pues eso es...
—¿Dónde estáis parando?
—En el mesón del señor Mostachón y Caramelo.
—¿Lejos de aquí?
—En mitá mitá de esta calle de la feria.
—Pues andad vosotros delante y me enseñaréis dónde
está el mesón.
—Vamos—dijo Colás al Punta.
Y ambos echaron a andar en dirección al mesón con-
Vertido en TEATRO ROMEA. |
Eduardo les siguió al paso de su asenderado caballo,
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