Full text: Tomo primero (001)

452 LOS ANGELES DEL ARROYO 
cosa no daba pa andar bien vestidos y calzados, y cuando 
teníamos camisa no teníamos chaqueta, o viceversa, o an- 
dábamos descalzos, si no mos daban unas alpargatas O 
unos zapatos viejos. 
Eulalia oía asombrada aquella relación de miserias tan 
extremas, como nunca pudo soñar constituyesen la vida 
de los hijos del arroyo. 
—¡Dios mío, Dios mío! —pensaba—. ¡Habrá sufrido mi 
Enrique esas penalidades! ¡Las estará sufriendo todavía! 
Y miraba a aquel muchacho con ternura infinita, y 
tanto se identificaba con él, que por momentos adquiría 
la ilusión de que era aquél su hijo perdido. 
Pero las formas, el lenguaje inculto, los dicharachos 
groseros que, de vez en cuando, se escapaban inconscien- 
temente de los labios del golfo, la hacían rechazar aquella 
que juzgaba insensata idea. 
Creía ella que de un hijo suyo no podía haberse for- 
mado un sér tan defectuoso moralmente, sin tener en 
cuenta que el hombre es lo que permite ser el medio so- 
cial en que vive. 
Pero doña Eulalia veía debajo de aquella grosera pá- 
tina de una pésima educación, ese no se sabe qué heredi- 
tario en los hijos de buenas casas, como a través de las
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.