408 LOS ÁNGELES DEL ARROYO
Pasose ésta la mano por la frente y por sus ojos, y
murmuró:
—¡Qué extraña alucinación la mía! No sé por qué, al
separarse ese muchacho de mí, deja un vacío tan grande
en mi alma!... ¡Bah! ¡La idea de siempre! ¡Qué locura
pensar que él pudiera ser... mi Enrique!..
Y entróse preocupada y con la amargura retratada en
su rostro, :